La columna del Rector Carlos Peña

Cada vez que leo una columna del rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, en “El Mercurio” dominical, recuerdo a Jorge Luis Borges. No. No es porque Peña tenga un estilo borgeano de escritura. Es porque me recuerda el relato “Examen de la obra de Herbert Quain”, uno de los que conforman “El jardín de los senderos que se bifurcan”. Ahí se lee al inicio del comentario del autor: «Herbert Quain ha muerto en Roscommon; he comprobado sin asombro que el Suplemento Literario del Times apenas le depara media columna de piedad necrológica, en la que no hay epíteto laudatorio que no esté corregido (o seriamente amonestado) por un adverbio».

Para ejemplificar el asunto cito de este domingo último: «Ese uso social (impregnado de catolicismo conservador)». Agrego, al azar, la conclusión definitiva de su columna del cuatro de octubre: «Salvo para el Servel, que mira la realidad mediante el diccionario de la RAE, convertido desde ahora en el nuevo Index». También recuerdo la opinión del rector sobre la gestión de las reformas del gobierno el veinte de septiembre pasado: «El conjunto de reformas que ha llevado adelante -mejor: que ha intentado llevar adelante-». Voy eligiendo, hacia atrás, de manera aleatoria, las columnas del rector y siempre encuentro, sin buscar demasiado, ejemplos así: «Una forma adolescente y torpe de insuflar la imagen del ministro». Más que en ocasiones, encuentro, en un mismo artículo, dos o tres ejemplos como en este caso en que concluye: «Y, lo más importante, el acto no sólo subrayó esas dos carencias, sino el deseo de Burgos y de Lagos de colmarlas».

Resulta, como se ve, ser una mala costumbre muy frecuente en Peña, el reemplazar los argumentos por calificaciones personales, quizás al amparo de que su columna sea de “opinión” lo que parecería, para él, significar que puede escribir a placer sin justificar razones. Véase, como ejemplo, la opinión sobre el ex presidente Piñera, al que el ministerio público ni siquiera cita en ningún caso, que crea una realidad falsa con un adjetivo gratuito: «Un pícaro oportunista, alguien que sabe aprovechar la constelación de las circunstancias... » y termina de argüir: «Eso es exactamente lo que explica que el ex presidente Piñera, a pesar de su comportamiento que parece esmerarse en tropiezos y picardías de variada índole -¿será necesario recordarlos?-, no se ha visto, en el tiempo reciente, involucrado en escándalo alguno».

Aprovecho este espacio para decirle a Peña: “Sí. Sería absolutamente necesario recordarlos. No sólo eso, sino probar su picardía y el demérito; argumentarla sin apoyarse en Hegel, o en Nietzsche o en la humedad ambiente”. Peña, con frecuencia me recuerda a cierto hipócrita que conocí, que al enviudar se fue de cura. Siempre argumentaba en relación a los otros, así: “Tú sabes cómo es Alejandro...”. Aburrido de esa forma de gran bajeza, alguien un día le respondió: “No. No sé cómo es Alejandro. ¡Dímelo tú!”.

Desgraciadamente el rector Peña escribe desde detrás de los gruesos cristales de la vitrina del diario “El Mercurio” y de la “Universidad Diego Portales”, de modo que no oirá, no leerá este “Sí. Sería necesario”.

Kepa Uriberri

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