- ¿Cómo murió su padre, entonces?
- Murió en la escalera mecánica. Me traía a conocer el ferrocarril subterráneo. Desde entonces estoy aquí, para cumplir su deseo. Tal vez yo lo maté.
- ¿Cuándo fue eso?
- No lo sé. Aquí siempre es medio día. Lo dejé al pie de aquella escalera y seguí para cumplir su deseo. ¿Usted, por ejemplo, podría decirme la hora?
- Mi madre también desea que sea prima ballerina, pero jamás lo lograré.
- Los deseos son caballos desbocados. Siempre buscan un espejismo imposible en el horizonte.
- Pero jamás podré triunfar. Sólo tengo fracasos. Fracasos seguidos de fracasos. El camino es una búsqueda sin compensaciones. Ni siquiera soy una buena bailarina.
- Sin el fracaso no hay triunfo. Imagino que si todas fueran primeras bailarinas: ¿Quién sería el coro?
- Las "petits rats".
- ¿Y si todas comenzaran "prima ballerinas", quién sería "petit rat"?
- Bueno; las aprendices.
- No. Se comenzaría a aprender desde primera bailarina.
- ¡Imposible! - se encogió de hombros, pensando que el anciano no sabía nada de baile clásico -. Siempre hay aprendices.
- Es así porque el fracaso es necesario. El coro es de las que no logran aprender a ser primeras bailarinas y de las "petits rats". El coro es el fracaso, la frustración. Alguien tiene que fracasar para que exista el triunfo. Si todas fueran primera bailarina, entonces ese sería el fracaso y habría otro talento, otro logro para el triunfo. Siempre habrá un fracaso. El mío es no conocer el ferrocarril, o tal vez no ser libre.
- No es justo. Todos deberíamos poder triunfar.
- ¿No existiría el fracaso? ¿y el derecho al fracaso?
- Nadie desea fracasar.
- Quizás el fracaso es el mayor triunfo de los que aman lo que hacen. Sin tu fracaso no existiría triunfo ni "prima ballerinas". Tu fracaso es el sostén de sus triunfos. La primera bailarina lo es porque tú no logras serlo. Si tú abandonas, si abandonan todas las que fracasan, ella es la peor bailarina. ¿De qué le sirve, entonces, el triunfo? ¿Qué será de su éxito?
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